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domingo, 7 de febrero de 2016

Nuestra Esperanza son Sus Promesas.


“El que espera, desespera” dice un refrán popular. Esperar algo no es satisfactorio para nadie y en ocasiones las salas de espera en oficinas y consultorios se convierten en salas de tortura para muchos que, como yo, son impacientes y perciben el tiempo de espera como un tiempo perdido. Esta creencia común puede percibir a la esperanza como algo negativo y algo no muy deseado.
Sin embargo, la esperanza, desde el punto de vista bíblico, es una virtud esencial y tiene una connotación positiva. De hecho, la esperanza de los creyentes siempre está basada en Dios y sus promesas. Nuestro Dios no solamente es una fuente de nuestra esperanza sino que El es el Dios de esperanza: “Y el Dios de esperanza os llene de todo gozo y paz en el creer, para que abundéis en esperanza por el poder del Espíritu Santo (Rom. 1:13). La esperanza de los cristianos está personificada en Jesús: “Pablo, apóstol de Jesucristo por mandato de Dios nuestro Salvador, y del Señor Jesucristo nuestra esperanza”(1 Tim.1:1).
Por Octavio Esqueda, Jesús es Nuestra Esperanza 

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