Cada uno de los seres vivientes tenía
seis alas, y las alas estaban totalmente cubiertas de ojos por dentro y por
fuera. Día tras día y noche tras noche repiten continuamente: «Santo, santo,
santo es el Señor Dios, el Todopoderoso, el que siempre fue, que es, y que aún
está por venir». Cada vez que los seres vivientes dan gloria, honor y gracias
al que está sentado en el trono (el que vive por siempre y para siempre) los
veinticuatro ancianos se postran y adoran al que está sentado en el trono (el
que vive por siempre y para siempre), y ponen sus coronas delante del trono,
diciendo: «Tú eres digno, oh Señor nuestro Dios, de recibir gloria y honor y
poder. Pues tú creaste todas las cosas, y existen porque tú las creaste según
tu voluntad».
(Apocalipsis 4:8-11 NTV)
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