sábado, 19 de julio de 2008

La Gracia de Dios es irresistible

Todos los habitantes de la tierra son considerados como nada; y él hace según su voluntad en el ejército del cielo, y en los habitantes de la tierra, y no hay quien detenga su mano, y le diga: ¿Qué haces?
(Daniel 4:35 RV1960)

Vosotros, pues, oraréis así: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra.
(Mateo 6:9-10 RV60)

Si reconocemos la soberanía absoluta de Dios no tendremos problemas para entender que Dios hace siempre su voluntad y de que nuestra autonomía está subordinada a su soberanía. Dios es quien elige a los que han de ser salvos y a los que ha destinado a condenación.


Pero nosotros debemos dar siempre gracias a Dios respecto a vosotros, hermanos amados por el Señor, de que Dios os haya escogido desde el principio para salvación, mediante la santificación por el Espíritu y la fe en la verdad, a lo cual os llamó mediante nuestro evangelio, para alcanzar la gloria de nuestro Señor Jesucristo.
(2 Tesalonisenses 2:13-14 RV60)

Porque algunos hombres han entrado encubiertamente, los que desde antes habían sido destinados para esta condenación, hombres impíos, que convierten en libertinaje la gracia de nuestro Dios, y niegan a Dios el único soberano, y a nuestro Señor Jesucristo.
(Judas 1:4 RV1960)


La gracia de Dios es su misericordia, su perdón; pues el no tiene porque perdonarnos pues todos hemos pecado contra Dios y debido a su justicia perfecta merecemos la condenación.

Porque si Dios no perdonó a los ángeles que pecaron, sino que arrojándolos al infierno los entregó a prisiones de oscuridad, para ser reservados al juicio;
(2 Pedro 2:4 RV60)

La predicación del evangelio es el llamado a los escogidos de Dios, somos instrumentos suyos para llamar a los que han de ser salvos.

a lo cual os llamó mediante nuestro evangelio, para alcanzar la gloria de nuestro Señor Jesucristo.
(2 Tesalonisenses 2:14 RV60)

Es por esta razón que debemos seguir predicando la Palabra de Dios a pesar que él ya escogió desde antes de la creación a los que habían de ser salvos por su voluntad. No es que el previó a los que iban a creer sino que el escogió a quienes el les iba dar la fe para creer. La fe en creer en Jesús es un don o regalo de Dios por su gran misericordia.

Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios;
(Efesios 2:8 RV60)

La fe es dada por Dios a sus escogidos al escuchar la predicación del evangelio de Jesucristo, al escuchar la Palabra de Dios.

Mas no todos obedecieron al evangelio; pues Isaías dice: Señor, ¿quién ha creído a nuestro anuncio? Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios.
(Romanos 10:16-17 RV60)

Porque no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree; al judío primeramente, y también al griego.
(Romanos 1:16 RV60)

No hay mayor regalo en el mundo que el perdón de Dios, su misericordia y ésta es la gracia de Dios. La gracia de Dios no es la abundancia de bienes ni nuestro bienestar sino el perdón de Dios y esto es más que suficiente.

Y me ha dicho: Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo.
(2 Corintios 12:9 RV60)


La Palabra de Dios es mas que suficiente para salvarnos, es escuchando la Palabra de Dios que somos salvados y nada mas.

Es cierto que el hombre resiste la gracia de Dios, pues nadie busca de Dios, pues somos esclavos del pecado, cegados a la verdad.

¡Duros de cerviz, e incircuncisos de corazón y de oídos! Vosotros resistís siempre al Espíritu Santo; como vuestros padres, así también vosotros.
(Hechos 7:51 RV1960)


Pero la gracia de Dios es irresistible. Esto lo podemos ver en el apóstol Pablo, que en aquel entonces se llamaba Saulo, el perseguía a los cristianos y consentió en la muerte de Esteban, esto a pesar de que había escuchado su predicación antes de ser apedreado hasta la muerte

Y Saulo consentía en su muerte. En aquel día hubo una gran persecución contra la iglesia que estaba en Jerusalén; y todos fueron esparcidos por las tierras de Judea y de Samaria, salvo los apóstoles. Y hombres piadosos llevaron a enterrar a Esteban, e hicieron gran llanto sobre él. Y Saulo asolaba la iglesia, y entrando casa por casa, arrastraba a hombres y a mujeres, y los entregaba en la cárcel.
(Hechos 8:1-3 RV60)

Podemos ver aquí que la conversión de Pablo no fue al momento de la predicación de la Palabra de Dios por medio de Esteban sino mas tarde, en el tiempo de Dios, de acuerdo a sus propósitos soberanos. Y este llamado fue irresistible.

Mas yendo por el camino, aconteció que al llegar cerca de Damasco, repentinamente le rodeó un resplandor de luz del cielo; y cayendo en tierra, oyó una voz que le decía: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? El dijo: ¿Quién eres, Señor? Y le dijo: Yo soy Jesús, a quien tú persigues; dura cosa te es dar coces contra el aguijón. El, temblando y temeroso, dijo: Señor, ¿qué quieres que yo haga? Y el Señor le dijo: Levántate y entra en la ciudad, y se te dirá lo que debes hacer.
(Hechos 9:3-6 RV60)

Así pues, vemos que el Señor lo había escogido desde antes de la creación del mundo y llamado en el tiempo de Dios y este llamado no pudo ser resistido.

Debemos ser perseverantes y fieles en la predicación de la Palabra de Dios, nosotros no sabemos quienes son los escogidos de Dios, solo Dios conoce el corazón del hombre. Nuestro trabajo es el predicar no el de convencer. El convencimiento viene por la obra del Espíritu Santo que va preparando el corazón del hombre para en el tiempo de Dios llamarlo.

No nos frustremos si no vemos conversiones en nuestras familias, amigos, compañeros y en las personas a quienes les predicamos la Palabra de Dios. Recordemos que la salvación es de Dios de principio a fin, el es el que tiene poder para salvar no nosotros y el lo hará en tiempo que el decida hacerlo. El Señor es fiel y siempre cumple sus promesas.

Ellos dijeron: Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo, tú y tu casa.
(Hechos 16:31 RV60)

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