El mito de los orígenes de la Iglesia
Bilbao, 15 de noviembre de 2004
¿En qué sentido hablo del mito de los orígenes de la Iglesia? No equiparo el mito simplemente con una historia falsa. El mito es historia idealizada y llevada a cabo por un grupo social que busca referencias que le confieran identidad, para lo que ensalza a su fundador y a sus compañeros y presenta una visión idílica de sus inicios. La mitificación de los orígenes se produce en todas las culturas y en los más diversos grupos sociales. Podemos pensar, por ejemplo, en los nacionalismos, que suelen presentar una visión mítica de los orígenes del pueblo: una situación ideal rota, destruida por la influencia o la agresión de factores externos. También se puede hablar de otro tipo de grupos, como los jesuitas o los franciscanos, que idealizan las figuran de Ignacio y de Francisco, de sus primeros compañeros, porque encuentran en ellos un modelo de su propia identidad. Esa visión idílica del pasado, en el fondo, es una presentación utópica de lo que ellos desearían ser en el futuro.
Encontramos una visión idealizada de los orígenes del cristianismo desde los más antiguos escritos, desde "Hechos de los Apóstoles", donde se dice que los creyentes tenían un solo corazón y una sola alma, y que lo poseían todo en común. "Hechos de los Apóstoles" oculta las disensiones y los conflictos, incluso las diferencias, que sin duda existían y lo sabemos. Así, en "Carta a los Gálatas", Pablo nos cuenta el conflicto abierto que él y Pedro sostuvieron (y además en público) en Antioquía. Otro tanto sucederá después con la primera historia de la Iglesia que se escribió (siglo IV), que ejerció una influencia decisiva en las épocas posteriores. Su autor, Eusebio de Cesarea, presentó también una visión idealizada de los comienzos de la Iglesia; dice que era como una virgen pura y que reinaba la armonía, la fidelidad perfecta, pero que, cuando murió el último de los apóstoles, se introdujo el fermento del error, las maquinaciones y las disensiones, y se rompió aquel fervor primitivo.
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Jesús se dirigió al pueblo de Israel instándole a que aceptara el Reino de Dios y viviera en consecuencia, pero ni se dirigió a los paganos ni pretendió fundar una institución religiosa aparte de Israel. Tras la muerte de Jesús, su movimiento no se disolvió, sino que continuó, y encontramos en Palestina lo que se suele llamar "el judeocristianismo"; propiamente, la secta de los nazarenos, que, aunque eran plenamente judíos –practicaban la circuncisión y aceptaban toda la ley (incluidas las normas de pureza ritual)–, creían que Jesús era el Mesías de Israel. Y estos judeocristianos se dirigían al pueblo de Israel para que aceptara a Jesús como el Mesías. Nos encontramos en la primera generación cristiana: años 30-60, los años más oscuros y más difíciles.
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Fuera de Palestina se produjo un fenómeno trascendental: hubo grupos de seguidores de Jesús que aceptaron en su seno a paganos, sin someterles a la circuncisión ni obligarles a cumplir la ley ni las normas de pureza ritual. Alrededor de las sinagogas judías de la Diáspora era frecuente la existencia de grupos de paganos que se sentían atraídos por el monoteísmo y por la moral judía. Algunos de ellos llegaban incluso a hacerse judíos: eran los prosélitos. Otros, en cambio, no llegaban a tanto; simpatizaban, incluso participan en el culto de la sinagoga; eran los temerosos de Dios. Pues bien, parece que entre estos temerosos de Dios se reclutaron los primeros paganos que se hicieron cristianos; el hecho se explica porque, en el fondo, para ellos el cristianismo era un judaísmo más accesible, debido a que no les imponía el engorroso rito de la circuncisión ni las normas de pureza ritual que regían los matrimonios o las costumbres alimentarias, que suponían una grave dificultad para su relación con el entorno pagano.
En Cesarea un hombre llamado Cornelio, centurión de la compañía llamada la Italiana, piadoso y temeroso de Di-os con toda su casa, y que daba mucha tzedaká al pueblo, y oraba a Di-os siempre
(Hechos 10:1-2 ECR)
Y cuando Silas y Timoteo
descendieron de Macedonia, Pablo estaba entregado por entero a la palabra,
revelando enfáticamente a los judíos que Yeshua era el Mashiaj. Pero
oponiéndose y blasfemando, se sacudió los vestidos y les dijo: Vuestra sangre
sea sobre vuestra propia cabeza; yo, limpio; desde ahora me iré a los gentiles.
Y saliendo de allí, se fue a la casa de uno llamado Ticio, un tzadik temeroso de Di-os, la cual estaba junto a la sinagoga.
(Hechos 18:5-7 ECR)
Cornelio era seguramente un "prosélito de la puerta" y no un "prosélito de la justicia". Los primeros, eran aquellos gentiles que querían convertirse al judaísmo y todavía no habían realizado el rito de la circuncisión. En cambio los "prosélitos de justicia" , eran aquellos gentiles que se convertían al Judaísmo y que recibían la circuncisión. (Mario Javier Saban - Las raíces judías del Cristianismo, p.70 -2001, Editorial Futurum)
Cuando Shaúl de Tarso decía "ahora nos iremos a los gentiles" siempre iba a una sinagoga de los judíos.
Hechos 13:46 --> Hechos 14:1
Hechos 18:6 --> Hechos 18:7
El decreto del concilio de Jerusalén del año 50 es acerca de estos gentiles, que son "temerosos de Di-os" y se están convirtiendo a Di-os.
Por lo cual yo juzgo que no
interpongan tropiezos a quienes de entre los gentiles se convierten a Di-os,
(Hechos 15:19 ECR)
Shaúl de Tarso siempre proclamaba la buena nueva de la llegada del Ungido de Israel en las sinagogas. Estos gentiles "temerosos de Di-os" también eran conocido como los "griegos". En las sinagogas solo habían judíos y prosélitos (gentiles - griegos), algunos eran "de la puerta" (no convertidos al judaísmo) y otros "de la justicia" (convertidos al judaísmo). ¿Quiénes más estarían interesados de la llegada del Ungido de Israel sino a los judíos y los que abrazaran la cultura judía (Rut 1:16)?
Pero debatía en la sinagoga
todos los días de Shabat, y persuadía a judíos y a griegos.
(Hechos 18:4 ECR)
Mientras Shaul los esperaba en
Atenas, su espíritu se enardecía viendo la ciudad entregada a la idolatría. Así
que discutía en la sinagoga con los judíos y los adoradores de Di-os, y en la
plaza cada día con los que llegaban allí de paso. Y algunos filósofos de los
epicúreos y de los estoicos disputaban con él; y unos decían: ¿Qué querrá decir
este palabrero? Y otros: Parece que es predicador de nuevos dioses; porque les
predicaba a Yeshua, y la resurrección.
(Hechos 17:16-18
ECR)
Entonces Shaul, puesto en pie
en medio del Areópago, dijo: Varones atenienses, en todo observo que sois muy
religiosos; porque pasando y mirando vuestros santuarios, hallé también un
altar en el cual estaba esta inscripción: A un dios desconocido. Al que
adoráis, pues, sin conocerle, es precisamente a quien os anuncio.
(Hechos 17:22-23 ECR)
Siendo, pues, linaje de Di-os,
no debemos suponer que la Divinidad sea semejante a oro, o plata, o piedra,
escultura de arte y de imaginación de hombres. Pero Di-os, pasando por alto los
tiempos de esta ignorancia, ahora manda a todos los hombres en todo lugar, que
dejen sus malos caminos y se vuelvan a Él; por cuanto ha establecido un día en
el cual juzgará a la humanidad con justicia, por medio de un hombre a quien
designó para esto, ofreciendo solemne declaración a todos al resucitarlo de
entre los muertos.
(Hechos 17:29-31
ECR)
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