"La guerra del 66 al 73 fue desastrosa para Israel: Jerusalén destruida, la tierra de Israel bajo administración de guerra, todos los derechos del pueblo judío anulados, la obligación de pagar un impuesto especial por el simple hecho de ser judíos (el fiscus iudaicus), centenares de miles de muertos y un país completamente arrasado que tuvo que volver a empezar desde las cenizas de la total destrucción. Con el Templo destruido, el judaísmo pierde la referencia de culto que pasará a las sinagogas, por lo que la secta de los saduceos desaparece y toma mayor importancia la de los fariseos que, a partir de entonces, liderarán espiritualmente a los judíos. A partir de ese momento, los fariseos excluirán definitivamente a los cristianos de su concepto de nación. Los cristianos nacidos judíos ya no serán considerados sino como un pueblo aparte. Este apartamiento se ve claramente en el evangelio de Juan escrito quince años después de la toma de Jerusalén." - José I. Lago
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